Por Erik Jurado
Seguramente, usted como yo se ha preguntado por el origen del desvío político de nuestro tiempo. Hoy vivimos un tiempo singular y con sus propias características. Hoy nuestra política es por mucho diferente a la de otro tiempo, esa diferencia se fundamenta en múltiples condiciones, pero hoy me referiré sólo a una pequeña parte.
Quien ha tenido oportunidad de asomar la cara a la historia política del mundo y reflexionar sobre ella, seguramente no se espanta de lo que hoy sucede, pues las pasiones humanas conllevan con regularidad a la ruptura con los ideales que son de un orden superior y no tan instintivos. No hay nada hoy que no hubiera en el pasado, pero si sucede que hoy hay muy poco de lo que antes hubo en mayor cantidad.
Lo que diré a continuación es casi innegable para cualquiera; hoy somos una sociedad egoísta y materialista. Pero ¿en qué consiste esta condición, cual es su origen, repercusiones y fin?
Si se observa la política y la narrativa política del pasado existe en ella siempre un dejo de trascendencia y heroísmo. A nuestros antepasados les parecía glorioso el hecho de realizar proezas que les permitiera dejar huella en los anales de la historia. La política del pasado, aunque llena de traiciones y pasiones, erigía una serie de valores diferentes; la valentía, solidaridad, la humildad, la honestidad, el arrojo y sobre todo el amor a la patria y a los ideales más altos. La política del pasado es una política colectiva e idealista.
Con el tiempo realizamos una muda de valores, hoy ponderamos sobre todo nuestro bienestar momentáneo con fundamento en lo material, lo tangible e inmediato se súper pone a cualquier idea. Sostenemos a los bienes materiales como el valor más importante y con ello hemos entrado en una constante lucha de segmentación hasta quedarnos solos. ¿Qué importa la trascendencia si no viviste cómodo y llenos de bienes?
Ese cambio de valores nos ha llevado a un estado de ensimismamiento, soledad y envidia. Hacemos lo posible por despojar a otros de lo propio y hemos olvidado cómo vivir en grupo. Aun que al igual que el egoísmo el altruismo es una disposición natural de los seres vivos, nos la hemos ingeniado para que nuestra cultura premie lo individual, para que nuestros sistemas privilegien a lo solitario antes que a lo grupal. Aunque nuestros jóvenes pasen horas aprendiendo en las aulas como trabajar en equipo, la vida social les hace desaprender en segundos y dejarles claro que el que triunfa es el que está dispuesto a pasar por encima de todo y todos.
Si nuestra clase política no tiene empacho en robar a diestra y siniestra, en mentir, corromper y ser omisos con sus obligaciones, eso no es un asunto de misterio o sorpresa, nuestra sociedad completa está apostada en esa tendencia. Lo que nos queda es re configurar nuestros valores y darnos cuenta que en realidad la materialidad nunca terminará de saciar el hambre voraz que duerme en nuestro interior y despierta cada que la alimentamos. Si deseamos corregir el rumbo y evitar la auto destrucción debemos entender lo que implica vivir mano a mano con otros.