Por Erik Jurado
No puedo evitar ser suspicaz, es mi naturaleza, me viene como el olfato le corresponde al canido. En muchas ocasiones espero que mi desconfianza y duda sólo sean cuentos que me invento a mí mismo y que nada tienen que ver con la realidad, que hacen mi vida mental más interesante, aunque en política es bien sabido que; el que mal piensa de regular acierta.
Casi desde el inicio del actual gobierno federal una de las constantes más emblemáticas han sido las dificultades en el área de gobernación. Comprendo a cabalidad que Enrique Peña Nieto recibe un país bastante agitado por una guerra franca contra el narcotráfico, entiendo que existió de inicio (medio y casi final) una falta de pericia, sensibilidad e incluso interés hacia los problemas de los mexicanos, y también entiendo que somos un pueblo bastante problemático que identifica más problemas de los que está dispuesto a solucionar. Sé y observo todo eso. Pero también mi olfato tal vez no tan hábil me dice que en todo esto se respira demasiada desorganización organizada como para ser un chispazo de suerte o una condición social aleatoria y espontanea.
No soy partidario de las teorías de la conspiración, sólo soy los suficientemente paranoico como para no entrar en un lugar peligroso de verdad o ver a un pillo operando situaciones vergonzosas, pero cuando presencio la casi perfecta coordinación de sucesos aparentemente “espontáneos” no puedo más que pensar en la existencia de un ser todo poderoso que ha tomado una decisión o bien una organización política que se ha puesto a trabajar enserio para conseguir algo.
Si mi amigo lector observa con cautela el escenario político de nuestros días y años atrás podrá observar que las grandes marchas deben tener financiamiento de algún lugar (usted sabe lo difícil que es llegar incluso al pueblo inmediatamente más cercano), que las multitudinarias manifestaciones requieren ser impelidas por la motivación y la convicción y es demasiado dudoso que eso suceda cuando muchas de las personas que forman parte de la iracunda masa no saben en realidad que hacen ahí y cuál es el motivo del enojo. Cuestiónese a sí mismo; ¿realmente conoce en qué consisten las reformas estructurales tan sonadas? ¿Se ha tomado el tiempo para leerlas, inspeccionarlas, pensarlas y buscar alternativas? Lo más probable es que no. Y si usted que es un asiduo lector del periódico realmente no ha entrado en esa acuciante tarea, ¿cree originalmente que los grupos de maestros, campesinos, padres y demás realmente lo habrán hecho? Dudo incluso que nuestros representantes en las cámaras conozcan el tema a profundidad.
Es un hecho que somos un país de movilizados, que nuestra ignorancia e indiferencia no nos deja ver quien mueve los hilos y bajo qué interés. Solo espero equivocarme y ojala todo este malestar social, muertes y fricciones no respondan a los interese de grupos económicos que han venido planteando una figura política desde hace ya más de doce años. Evito en este espacio nombres para no hacer fama a ese personaje y grupo que resulta ya vergonzoso para el país, pero que se avizora como el gran ganador del 2018. Lo único que nos queda es promover la información y buscar los caminos para erradicar nuestra incomoda oscuridad.