Por:
Erik Jurado
Soy fiel espectador de la serie Dr House. Llama mi atención y estimula mi curiosidad ver como de forma ingeniosa el malhumorado médico resuelve cada problema de formas inesperadas. Creo que podría recitar los diálogos de la serie televisiva e incluso mal interpretar algunos problemas y respuestas médicas (Aunque estoy seguro que deben haber muchas fallas y extrapolaciones, con el objetivo de volver la serie más amena). Aunque he puesto mucha atención a esta serie le aseguro amigo lector que no me presumo médico ni siquiera intentaría dar mi opinión sobre un tema médico, al menos no con seriedad. De igual manera cuido mis opiniones en otros campos, pues le tengo mucho respeto al conocimiento y sé que quien entrega su vida a fomentar un saber merece que aquellos que somos aficionados aprendamos a escuchar antes de querer hablar sin fundamento.
Entiendo también que todos y cada uno tenemos el derecho a emitir nuestros razonamientos, pero es importante comprender que nos corresponde mesurarnos por respeto al trabajo intelectual y hasta físico de otros y en previsión de nuestra ignorancia.
Aunque me apasionaría hablar por este medio sobre el problema Nacional y mundial de la gasolina y el petróleo, del incremento al dólar, la siguiente crisis económica en el mundo y de las pobres relaciones de comercio con países de medio oriente en realidad es más lo que ignoro que aquello que conozco, así que cedo la impronta a alguien más. Parte importante del conocimiento es identificar los límites del mismo y ser honesto.
Hoy con cada teléfono celular se acompaña un experto opinador, lo que antes sucedía entre amigos y en charlas aisladas luego de beber algunas cervezas, nos ha llevado a una nueva era de la opinión. Donde las opiniones más informadas son tan difundidas como las menos informadas. El problema central no es que la gente opine, eso siempre ha sucedido, nos gusta opinar y ser escuchados, el problema central es que no conocemos la auto mesura, nos volvemos oprobiosos, descalificamos a otros sin fundamento y esto se extiende de manera impresionante por las nuevas vías de comunicación.
La filosofía nace como un medio para buscar la verdad y sobre ponerse a la mera opinión, pero hoy en la era de las imágenes y las impresiones a nadie interesa conocer la estructura formal de sus argumentos, la validez de los mismos o la veracidad de cada una de sus premisas, hoy preferimos conseguir más likes que razones en una sola oración. Esto sin duda tiene problemas concomitantes, tan sólo esta semana he presenciado grandes problemas sociales que polarizan y enfrentan a la población y su ignición inicia en redes sociales.
Para finalizar esta reflexión sólo quisiera invitar a que cada uno de nosotros evaluara a fondo lo que implica vivir en sociedad y el peso que tienen las palabras en la cohesión o destrucción de la misma, ser opinador compulsivo tiene sus consecuencias y cuando un dicho no se maneja con prudencia puede devenir en algo desastroso.