Por: Ricardo Urquidi
Gerardo, Padre de Valentina está a poca distancia de su casa arriba de su camioneta, un chipi chipi que no moja pero empapa lo acompaña, está atento a las transeúntes, su mirada esta fija en la banqueta buscando una figura conocida, dentro de lo que cabe está nervioso, nunca había hecho esto, pero conociendo a su hija considero que fuera la mejor solución a sus planes, en su familia no hay un varón, alguien en quien compartir momentos exclusivos del hombre, con el pretexto de salir a comprar unas cervezas se escapó de sus seres queridos y ahora espera a Pipo El Sordo su futuro yerno, no es su intención marcar los límites de su futura relación, solo quiere participar a Pipo de sus inquietudes.
Al fin después de un tiempo su expectativa termina, con el claxon trata de captar la atención de Pipo que viene absorto en sus pensamientos, baja el vidrio manualmente y le hace señas, hasta que reacciona su hijo político, Pipo extrañado va su encuentro: “Ven Pedro acompáñame”, con una sensación de que va ocurrir otra platica similar a la última que sostuvieron se sube atendiendo la invitación, “Quieres una cerveza?”, “ No Gracias… me pongo muy malo”, “Quiero que me acompañes, traigo una curiosidad y no tenía con quien ir”, después de comprar en un expendio unas cervezas enfilan rumbo a la Vía Corta a Chihuahua, al llegar al puente que pasa por el Rio, agarran a la izquierda.
“Vamos a ver la boquilla del rio Pedro, quiero ver cómo viene el caudal”, después de sortear el fango, el camino, llegan hasta la cúspide donde están las futuras instalaciones del Polideportivo, se bajan, Gera con cerveza en mano, la lluvia ha venido de más a menos, a pesar de que sus zapatos se llenan de lodo, llegan hasta las orillas de los riscos: “Mira Pedro en todas las inundaciones que ha tenido Parral, esta boquilla ha sido factor, antes aquí se acumulaban árboles, basura y se hacía una presa, el agua de las lluvias poco a poco se acumulaba, los primeros perjudicados eran los de la Talleres, hasta llegar al centro como sucedió en el 44 y ahora ve dinamitaron la boquilla, su boca es más grande y el agua no ha subido mucho de nivel”, Pipo se asoma ve que el ancho del rincón que tiene abajo da libertad al agua para circular.
En la cachucha de Gera empiezan a caer las gotas del agua acumulada, Pipo tiene el pelo mojado y los hombros de su camisa ya tienen un color más obscuro del resto de la vestimenta, su suegro contento por lo que está viendo le da otro trago a la cerveza: “ Y si a ello le agregas que se subieron dos metros a la presa, se le acondiciono un vertedero, pues ya las venidas del ríos no son tan bruscas… tenlo por seguro que si no es por estas dos obras, el agua fácilmente hubiera llegado en estos días a pegar en algunos puentes como sucedía antes y aquí abajo Pedro estarías observando una pequeña presa”, Pipo atento observa la fuerza de la naturaleza y se acuerda cuando su casa era débil y víctima de los temporales.
“Mis abuelos Pedro, perdieron todo en el 44, se quedaron con lo que traían puestos, dicen que fue terrible, que duro como quince días lloviendo en Parral y después llego una venida de la sierra y provoco todos los destrozos… esta obra Pedro debió hacerse junto con la presa, esta obra tenía 72 años de atraso”, la malta empieza hacer efecto en la mente de Gera y va tras de otra, con el fresco de la tarde la bebida ámbar hace las funciones de anticongelante, Pipo descubre una nueva faceta en la personalidad de su futuro suegro y le da gusto, con más confianza vuelven a la casa, al llegar ya estaba Valentina esperándolos, al ver a su Padre con lata en mano inquiere: “Donde andaban Papa?”, “Vi a Pedro que venía a la casa y lo invite a dar una vuelta”, “Y luego Papa?”, antes de que conteste Gera, con señales Pipo le dice a Valentina que no hay problema y entran a la casa buscando cobijo.