Por:
Erik Jurado
El pasado es aquello que ya no está con nosotros y el futuro es lo que no ha llegado a nuestras vidas, pasado y futuro son parte de la misma realidad, ambos de algún modo inexistentes, son el tiempo, la sustancia en el que vivimos. Parecería que esa aporía se resuelve al contemplar el presente, pero también el presente esta hecho de la misma sustancia, un transcurrir tan rápido, tan inapresable, tan escurridizo que inmanentemente nos lleva a preguntarnos, ¿Qué somos? ¿Qué es nuestro tiempo? ¿Qué debemos hacer?
El necio sólo puede dejar pasar su tiempo sin apreciar ni vivir. Sólo quien no ha comprendido la limitación y finitud puede conformarse con el libre pasar, sin reflexión, trabajo o gloria.
Los filósofos, literatos e incluso los sabios−Personas más sensibles y cavilosas sobre la realidad− han comprendido la insondable caducidad de nuestras vidas y ello con frecuencia los lleva a meditaciones metafísicas, como alternativa al miedo que implica la muerte y con ella la inexistencia. En lo personal me conforta más el vencimiento del tiempo y su impiedad por medio de grandes actos que marquen la realidad tan fuerte y tan claro que sea imposible ser olvidado, al menos en el tiempo de la memoria humana. Prefiero el acto antes que la constitución de un ideario ficcional.
El acto humano tiene la capacidad de marcar diferencias en múltiples niveles. Quien actúa transforma el mundo y las mentes. Con ello trasciende.
Existen escapatorias esperanzadoras a lo que viene luego de haber tenido una oportunidad en el mundo, en lo particular me espanta transitar sin ser notado ni haber dejado mi nombre en las almas y cabezas.
La trascendencia viene cuando nuestra vida es ejemplar, pues aunque somos únicos en el tiempo tenemos la oportunidad de inventar una vida que no está en la naturaleza por sí misma, que nos vuelve verdaderos individuos. Esta relación impía con el tiempo destaca la inminente impronta en quien lo ha reflexionado a cabalidad, se debe vivir de forma ejemplar, como si se viviera el ultimo día de nuestras vidas.
Dentro del tiempo es que podemos trascender nuestra finitud, se nos regala una única oportunidad de transitar en esta fina esencia y lograr inventar una realidad alterna, que a base de esfuerzo y decisión forjamos en el mundo que se resiste a ello.
Somos entonces escultores del mundo, nuestra capacidad más alta es entender el valor de lo que tenemos y es finito y volverlo en algo infinito.