Andrés el indignado

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Por Erik Jurado

En la vida social existen múltiples conflictos y caminos para la solución. Uno de los mecanismos más común es la indignación como manifestación emotiva para conformar soporte social. Un individuo, al ser agredido y no poder responder al mismo nivel el agravio tratará siempre de armarse con un buen equipo para sí, responder al desdén. La indignación por excelencia es un llamado a la unión pues el indignado profiere el mensaje de injusticia o de un sujeto en desproporción de condiciones. Una persona antes se mostrará indignada que confrontarse con un adversario desigual.

En política la indignación tiende a ser instrumental, Pues bien manejada puede generar adeptos. Un indignado con experiencia es Andrés (o el peje para los amigos). La indignación se ha convertido para este personaje de la vida pública, en un arte. Es experto en ello. Me podría atrever a decir que su carrera política está construida sobre el suelo firme de la ofensa desmedida.

Andrés tenía escasos 17 años cuando inicio su carrera política al interior del PRI. Fue un fiel adepto que convivió con grandes perfiles de ese partido, encumbrados políticos, como el mismísimo Carlos Salinas (personaje definitorio del México moderno). Andrés se encumbro también en ese partido, ocuparía varios puestos por su lealtad al partido. Incluso su furor lo llevó a solicitar la composición de un himno local para el partido. Luego, la indignación de algunos personajes al interior del PRI, entre ellos Cuauhtémoc Cárdenas, los llevo a generar una escisión interior. Hoy todos sabemos que el tema fueron posiciones y candidaturas. En ese momento nuestro personaje de curioso peinado asume la candidatura a la gubernatura de Tabasco, ahora por un frente político que posteriormente se convertiría en el hoy PRD.

El comportamiento del poder en turno fue de autoritarismo, lo que contrajo con ello elementos que se sumaron al ambiente de indignación. Al final la candidatura cayó a los suelos, en ese momento por faltas electorales, lo que se convirtió todo el evento en el punto de apoyo para la figura posterior de AMLO. Hasta este punto pareciera que lo que tenemos aquí es un demócrata, alguien que lucha y luchará por la libre organización y participación ciudadana. Lamentablemente en momentos posteriores esto se convirtió en el modus operandi de Andrés. Posteriormente consiguió nuevamente la candidatura de Tabasco, misma que ahora si resulto a favor. Luego su objetivo fue la jefatura del distrito federal, ¿y qué creen? La estrategia fue la misma pues su candidatura seria turbia pues no contaba con el tiempo de residencia que marcaba la ley, pero ¿cómo quitar el estigma del ofendido?, pues desde ese momento se auto nombró el ofendido por el poder. Comenzó a construir una narrativa donde el sistema completo estaba en su contra y él era el liberador que destruiría ese poder sin cabeza.

Así cada señalamiento (entre ellos videos sobre corrupción y tráfico de influencias) que se le hacía en su gestión se convertía en alimento para el tigre de la indignación fabricada. Andrés propuso

que esto eran acciones desesperadas para obstruir su ascenso natural a la gran silla. Misma a la que contendido en dos ocasiones y donde su derrota se ha convertido el alimento más provechoso para la figura del indignado.

Una figura que ha construido la imagen del indignado, vencedor de dictaduras. Lamentablemente esa figura no se sostiene, pues viso a la luz de su actuar en los últimos años evidenciamos la forma monárquica y absoluta en que ha administrado un “partido” político. Tema que será el objeto de mi próximo editorial.

Sí, si me declaro abiertamente contrario a este personaje, pues ha mostrado en los hechos que no es conveniente para el rumbo de un país que no logra consolidarse democráticamente en varios temas. Creo que es mi deber abonar para restarle adeptos a esa campaña de la indignación perversa.

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