De vuelta a la educación

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Paideia, era la palabra que utilizaban los griegos para referirse a la instrucción de los más jóvenes. La enseñanza implicaba el conocimiento de los conceptos sociales más relevantes, la adquisición de los valores nacionales, la conformación de ideas importantes; como la de familia, sociedad, amistad, lealtad, valentía, etc. Y por su puesto la construcción de conocimientos técnicos, como la matemática, expresada por la geometría y la aritmética, la filosofía o el esclarecimiento del conocimiento y las artes en todas sus expresiones.

Sí, evidentemente para los griegos la educación no era nada relacionado con la extracción de estadísticas o la colocación de un número en un acta. Era un asunto de vida y que podía traducirse en cuestiones muy prácticas; como minimizar a los delincuentes y proveer un sentido social en todos los individuados, la educación no era vista como una forma de atiborrar en la cabeza una inmensidad de datos. Así lo fue para la mayoría de las sociedades antiguas.

Con el tiempo surgió la idea de sistematizar el conocimiento, esto es; ordenar aquello que debe aprenderse en el tiempo que prudente o posible aprenderse. Esto parecía una buena idea pues con ello se lograría dar seguimiento puntual a la formación de las personas, sobre todo en niveles superiores donde la especialización otorga al profesionista la facultad de desarrollar ciertas tareas.

Desde mi perspectiva, el gran problema es que ha habido un mal entendido de fondo. Pues pareciera que la sistematización, que se presenta como una herramienta administrativa ha suplantado el corazón de la educación, que es la formación eminentemente al servicio de la sociedad y con amor a ella. Actualmente se forman grandes profesionistas, con grandes habilidades y destacados en su trabajo, pero son los menos, pero también son personas en lo general que piensan en torno a su carrera profesional. De fondo se ha olvidado el primer compromiso de la educación donde el ciudadano no responde únicamente a sus necesidades, sino a las necesidades de la sociedad, también. Debe haber un equilibrio entre tomar decisiones que vayan en beneficio personal, pero también de la sociedad.

Hoy parece más importante cumplir con un programa que fomentar valores sociales y humanos en nuestros jóvenes y niños. Parece imprescindible agotar los contenidos que pareciera deben abordarse, aunque realmente no hayan quedado claros para nadie (he sido víctima de esa dinámica).

Debemos recuperar un nuevo compromiso por el acto de educar, donde la persona sea el centro y seamos comprometidos desde lo individual con las futura generaciones. Donde recordemos que no se trata solo de un trabajo o de la transmisión de contenidos, sino de la conformación de humanos en toda la extensión de la palabra.

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