Del dicho al hecho

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Por Erik Jurado

Los grandes filósofos, sobre todo los griegos, dividían la realidad en dos sustancias fundamentales; Las ideas y las cosas materiales y a lo largo de la historia se han dado múltiples disertaciones sobre las propiedades de ambas sustancias. Hay trabajos muy interesantes, amplios y hasta aventurados sobre lo que es la realidad y el pensamiento de la realidad. Sin duda existen personas que se dedican a transformar la realidad y otros a pensarla. Los mexicanos, como generalidad, somos una fusión muy interesante, pues somos expertos en transformar la realidad en el pensamiento, pero sólo ahí.
Se nos educa y forma para vivir sobre ilusiones y para temerle a la realidad. Nuestra formación inicia desde muy pequeños, cuando se nos fomentan ilusiones que tratan de remplazar a la realidad y ocultar cualquier problema o necesidad, claro es preferible ver las caricaturas que investigar la naturaleza; o mejor aun creer en el conejo de pascuas, santa Claus, el ratón de los dientes que preguntarse sobre la historia, las diferencias entre pueblos o cualquier otra condición del mundo que sabiéndola presentar a un niño puede resultar muy interesante.
Durante los primeros años escolares se inculca un miedo irracional hacia las autoridades (autoridades por fuerza y no por convicción) con alcances mágicos. Nos presentan un mundo idealizado en un aula de unos cuantos metros cuadrados, obviamente más pequeña de lo que el mundo es y ahí se espera subsumirlo todo.
En estudios de secundario el joven está tan privado que incluso es obligado a olvidar cuestiones tan intimas como sus emociones, sueños y aspiraciones.
Al preparatoriano se le obliga a ir pensando donde querrá trabajar o para quien. Mientras que al universitario se le deja claro que debe cerrar sus posibilidades y adecuarse a esquemas cerrados y cuadrados, Será un empleado de alguien más y no hay más rutas.
Pero es probable que ese no es el ridículo máximo o el desanimo mayor. El joven profesionista o no profesionista tiene la cabeza llena de ideas, de respuestas, propuestas y aspiraciones. Pero constantemente el ambiente te obliga a que esas ideas se queden ahí, en la cabeza.
Se fomenta entonces un trabajador, robotizado, repetitivo y obediente. Que de regular no goza su trabajo y escapa cada que puede a ese mundo idealizado, donde hará grandes cosas y conformará exitosas empresas o completará acciones casi mágicas. Se nos vuelve personas que platicamos cada que podemos aquello que haremos mañana o cualquier otro día.
Mi pregunta central amigo lector es; ¿Por qué no cambiamos todo esto? ¿Por qué no formar generaciones más interesadas en su realidad, en los problemas de su contexto y no en problemas ficticios? ¿Por qué permitimos que los mismos problemas sigan creciendo y somos solo espectadores?

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