El dolor también nos hace crecer

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por

Jessica Cano de Rueda

Todas las personas tenemos una historia de vida que ha dejado marcas o cicatrices y en otras ocasiones heridas abiertas, en conjunto con otros factores van constituyendo nuestra personalidad. Creo que la valentía y afrontar nuestra vida no es ausencia de sufrimiento o dolor, sino fortaleza de seguir adelante a pesar del miedo. Se trata de reconstruirnos y renacer de las fortalezas a través de las debilidades y del dolor.

Cuando una taza se rompe no vuelve a quedar igual pero como dijo Ernest Hemingway “La vida nos rompe a todos en algún momento, pero solo unos pocos logran hacer más fuertes sus partes rotas” y la clave está en no esconder nuestra fragilidad, nuestra debilidad sino en vivirla y hacer de esos vínculos lastimados, la reparación y reconstrucción gracias a la resiliencia, que es esa aptitud o capacidad que nos permite sobreponernos de las dificultades, perdidas y adversidades. Nos permite adaptarnos. De alguna manera la ciencia nos dice que todos podemos ser resilientes, sin embargo no es una capacidad o habilidad que todos tengamos.

Así que recoger nuestros “pedazos rotos” requiere de tiempo, reflexión, porque nosotros tenemos más poder y fortaleza de la que en ocasiones creemos y los momentos de crisis, de pérdidas nos dan la oportunidad de reencontrarnos con nosotros y con los demás en su momento. O de perdernos en un mundo de dolor y enojo. Considero que de alguna manera nosotros somos forjadores, arquitectos de nuestros cerebros y destinos aunque haya circunstancias o situaciones que no dependen de nosotros, en la medida que aceptemos y reconozcamos nuestros sentimientos y emociones aceptaremos que somos capaces de encender nuestra valentía personal, nuestra fuerza y optimismo para favorecer el cambio y sanación.

Existe un arte japonés  que se llama Kintsukuroi que consiste en componer porcelana rota con oro y plata, al igual que en las personas cuando perdemos a alguien no volvemos a ser los mismos pero podemos reconstruirnos y ser diferentes pero mejores, porque podemos ser más fuertes y más nobles.

Cuando sufrimos un duelo, un trauma, mucho estrés o depresión nuestro cerebro funciona de manera diferente a otro ritmo, por eso es más difícil concentrarnos o sentir que podemos seguir, pero aquí es muy importante estar conscientes de que vamos a necesitar tiempo para reorganizar nuestros sentimientos, pensamientos, emociones y conducta. Y a su vez podremos irnos conectando con nosotros mismos  y con nuestra nueva realidad. Siendo un momento muy difícil ya que implica afrontar todas las emociones que con frecuencia rechazamos, la ira, la tristeza, nuestra propia vulnerabilidad, pero el sacarlo facilita el desahogo emocional y la confrontación para poder superar y ser constructivos para volver a sentir cierto control, aceptar o pedir apoyo e ir retomando nuestro propio ritmo. Esto nos va a llevar a reintegrarnos  y reconocer nuestra propia transformación o cambio. Porque en efecto ya no somos los mismos de antes, pero podemos ser increíblemente más ricos y fuertes.

El dolor del duelo es tan parte de la vida como lo es la alegría del amor, es, quizás, el precio que pagamos por el amor, el coste del compromiso” Colin Murray Parkes, 1986). Y yo le agregaría el sentido mismo de la vida.

Los invito a reflexionar y actuar al respecto. Me despido deseando transformes tú vida y la de los demás y me leas en 15 días,  soy Jessica Cano de Rueda. Me puedes contactar en tribunaparral@gmail.com  para cualquier duda, comentario o aclaración.

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