En el día del locutor, recordamos a uno de los grandes de este País: Pedro de Lille

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Quién no ha cantado alguna vez, o muchas, que es «del mero Chihuahua, del mineral del Parral», para refrendar con sumo orgullo «qué bonito es Chihuahua» y luego reconocerse como esa gente buena, valiente, noble y leal, y todo gracias a este compositor que nació el 19 de Junio de 1899 en Guanaceví, Durango, pero a quien sus padres Pedro de Lille Borja y María Aizpuru Álvarez, a los tres meses de nacido, lo llevaron a vivir a Parral, donde permaneció hasta su juventud.

Una vez en la Ciudad de México entró a trabajar a Petróleos Mexicanos y después laboró en la Tabacalera Mexicana; posteriormente en 1930, a los 29 años, gracias a su voz y presencia, entró a formar parte del cuerpo de locutores de la XEW, convirtiéndola en su casa definitiva de trabajo. Ya como locutor pionero de la radio y de la televisión en México, Pedro de Lille tuvo una vida fascinante; le tocó descubrir y «bautizar» a muchos famosos mexicanos, como Agustín Lara, «El Músico Poeta»; Emilio Tuero, «El Barítono de Argel»; Pedro Vargas, «El Samurai de la Canción», y él mismo era conocido como «El Príncipe Azul», en parte por su programa «La Hora Azul» y porque llamaba a sus oyentes «mis princesitas azules»; además, por su tersa y seductora voz también era conocido como «El Caballero del Micrófono».

Por su trayectoria como locutor destacado recibió varios reconocimientos, entre ellos El Heraldo y el Micrófono de Oro, destacando que a sus veinticinco años de locutor recibió de manos del entonces presidente Adolfo López Mateos un collar de oro con veinticinco micrófonos; sin embargo, para De Lille el reconocimiento más importante fue recibir la Llave de Oro de la ciudad de Chihuahua.

Mientras que en Parral, a finales de los años setenta, el Grupo Comunicación, integrado por los trabajadores de los medios electrónicos e impresos, le rindieron un homenaje que incluyó el ponerle su nombre a una calle de la ciudad, donde también se levantó un monumento en el que aún destaca la réplica de un micrófono, similar a los de su época. En el aspecto artístico su primera obra fue precisamente con la que más se le recuerda, la letra del Corrido de Chihuahua, canción con la que recibió muchas satisfacciones y a cualquier parte que él llegara lo tocaban en su honor, convirtiéndola en un himno para el estado de Chihuahua.

Los tiempos han cambiado, y la locución también, desde que no es requisito la licencia para locutor, han dejado de escucharse esas grandes y preparadas voces en la radio nacional.

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