Franz Beckenbauer

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DICHO POR ROCHA

José Guadalupe Rocha Esparza

Tenía doce años de edad cuando se proyectaba en televisores blanco y negro el Mundial de México ’70, época del pesado balón de cuero, hexágonos negros cosidos a mano sobre una esfera blanca. Recuerdo aquel día increíble en que el uniforme blanco y negro de Alemania se enfrentó en el Estadio Azteca al azul tan azul de la Squadra Azurra italiana.

Un ejemplar juego de ir y venir, de ida y vuelta, equipos ovacionados con respeto y asombro, de impredecible coreografía. De pronto, un guerrero sale lesionado y el mundo hipnotizado lo observa volver a la cancha con el hombro dislocado, vendado el brazo derecho y su mano sobre el escudo de Alemania. Un joven que seguía en lucha y adelante: Franz Beckenbauer.

Beckenbauer, imbatido con el número 5, ejemplo de empeño y tenacidad, caballero de la zona defensiva, filtrando con elegante trigonometría balones al espacio, cortar vectores y tangentes con precisos recortes y barridas, corriendo mejor que nadie con la vista alzada en el partido del siglo. Ahora vuelve a reunirse en las nubes con Pelé, Cruyff, Maradona y DiStefano.

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