La delgada línea entre la solidaridad y el populismo

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Por Erik Jurado

Somos una sociedad devastada por la ignorancia. Siempre que se inicia la reflexión política es ineludible terminar en la idea clara de nuestros grandes males, nuestros problemas serios son debido a que nos encontramos sumidos en la oscuridad con una actitud de indefensión frente a la vida y el mundo. Una gran cantidad de personas que asumen que sólo deben aceptar lo que venga y de quien venga. Somos una sociedad que se lacera a sí misma.

Cuando se inspecciona con cuidado el precepto de vivir en sociedad hay muchos malos entendidos e ideas distorsionadas que limitan nuestra autenticidad y sana convivencia. No sé si la confusión e ignorancia sobre este tema es fortuita o ha sido inducida deliberadamente a lo largo del tiempo. El punto al que me refiero es el de la colaboración entre personas y sobre todo la relación de apoyo que genera el Estado o el gobierno con las personas.

Cuando viajamos a los inicios de la sociedad, pareciera que esta se instaura por un sano convenio entre personas con diferentes capacidades donde se asumen que habrá algunos con un mejor juicio y que se aseguran la subsistencia del grupo. Así las personas confían a un grupo más reducido sus bienes y destinos. En ese momento se traza una nueva relación; la relación del líder con el seguidor. Esa relación tiene muchas vertientes y situaciones, por ejemplo; ¿líder y liderado tienen los mismos derechos y obligaciones o su estatus configura diferencias?

Pues nosotros pertenecemos a una sociedad que ha respondido a esa pregunta de la siguiente manera: Los líderes están por encima de los liderados. Desde esa respuesta social se multiplican y generan miles de injusticias. Si lo pensamos con cautela, el líder es solo un rol más del conjunto, vive de los productos y la riqueza que generan los liderados, la disposición de los bienes es sólo posible ya que los bienes existen gracias al trabajo del grupo y no a la inversa.

Los gobiernos en esta dinámica deben buscar la solidaridad y no la dadiva, en términos sencillos todos en conjunto y desde su posición deben buscar los mecanismos para que la sociedad subsista y al interior se genere seguridad y confianza para así poder seguir adelante. Desafortunadamente y en el marco de la sociedad que hemos creado, pensamos que los gobernantes son buenos cuando otorgan regalos temporales que no ayudan a resolver problemas sino simplemente los mitigan, despensas, gorras, prendas de vestir, utensilios de cocina, etc. Son bienes paliativos, pues no ayudan a vencer la pobreza ni resolver problemas, pero han sido utilizados históricamente para “maizar”, mientras no se tiene idea a donde se va.

Por lo anteriormente dicho, los malos gobiernos terminan cuando se aniquila la dadiva y el populismo, se mantienen mientras en la ignorancia nos alegramos por el pequeño regalo, que solamente satisface las necesidades momentáneas, pero no resuelve los problemas de raíz.

Mirar el mundo con ojos desilusionados pero un corazón ardiendo asegura la franca opinión con deseo de ayudar.

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