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Por
Erik Jurado
Otro de los caminos utilizado por las personas para allegarse a la felicidad es el de vivir acorde a la naturaleza animal y con desapego a las necesidades sociales.
En el periodo de los griegos clásicos existió una agrupación de filósofos llamada los cínicos, de su origen lingüístico “perros”. Los cínicos proponían que los demás animales que habitan la naturaleza son más felices que nosotros porque se limitan a lo más básico, sólo a lo necesario.
Los canidos no aspiran a la riqueza, al gobierno de grandes sociedades o imperios, no ansíen suculentos manjares o comidas muy elaboradas, los perros como otros animales se alegran con la compañía presente y con la satisfacción inmediata de cualquier pulsión.
Cuando las personas aprenden de conciliar sus necesidades con una visión básica en esa medida es más sencillo acceder a la felicidad.
Una persona que se acostumbra sólo a lo básico se vuelve menos perturbable, genera menos expectativas sobre la vida y todo bono extra será una ganancia, y aquello que no llegó no será una perdida.
Esta forma de concebir la vida es una forma de sobriedad y aventura.
Los cínicos legaron a nuestra realidad social una impronta de conexión con nuestras necesidades prístinas, un escape al apego sobre manera en los lujos.
Para el cínico alguien saludable y feliz es capaz de renunciar a las falsas necesidades pero también defender sus necesidades animales por encima de la represión social.
La salida planteada por los cínicos es la salida del mundo material y de excesos, irrumpiendo con fuerza y rechazando aquellas tentaciones vacuas.
El carácter cínico es r osado, desconoce autoridades en función de la justicia individual, sólo es feliz aquel que persigue su propia realización con apego a la frugalidad, sólo es un verdadero perro aquel que logra separar sus juicios de las imposiciones sociales.
Los perros son el ejemplo claro para llegar la felicidad.
