Esperanza Roja
Por:
Ricardo Urquidi
Cada vez que tenemos la fortuna de disfrutar pelota caliente en la Vieja Huejoquilla, siempre vamos con la incertidumbre de la afición, del ambiente que nos encontraremos en el recinto del hijo menor de la Cuarta Zona, la zona que a golpes de destino nace con la intensa necesidad de cortarse el cordón umbilical, como ese hijo que añora forjar su propia historia, que tiene un patriarca que lo asfixia, que no lo deja ser el mismo y que quiere volar hacia horizontes libres con estrella propia.
Así ha navegado la marabunta roja, construyendo su nido el 21 de Marzo, con un terreno cuidado, como una madre cuida la cuna de sus hijos, aprendiendo no del Padre, de su misma escuela, con errores y defectos que lo han llevado a concentrarse en demostrar a su antecesor que le puede ganar y al final se olvida que hay después de Parral cimas más altas que escalar y en ese afán se le apaga el aire con los demás.
Pareciera que su meta en el Estatal no es ganar su primer banderín, parece un hijo que le gana el rencor y solo quiere gritarle a su Tutor: “Aquí estoy y soy mejor”, ya lo ha hecho en varias ocasiones pero se queda en el camino y la historia con sano juicio lo ubica en su espacio y tiempo, como un equipo si aguerrido, si cazador de talento foráneo que los peces grandes se los han arrebatado y no ha sido capaz en su trayecto de forjar una generación de peloteros que los lleven al título.
Ahora por segunda vez en su historia tiene la inmensa oportunidad de llegar a la final, puede llegar aprovechando la soberbia de su Padre que desprecio a su timonel y ahora con la experiencia acumulada, con los principios beisbolisticos de la casa que le dio origen puede, puede….
Tiene equipo, tiene una oportunidad, la sombra de su pasado no le estorba, ya se olvidó, vive el momento…
Pero…
“Aldo, Aldo, Aldo”, se oye en las gradas apoyando a su lanzador estrella que tiene en un puño a la artillería campeona, el regiomontano clasificado profesional por los Rojos ha sido su caballito de batalla para ganar los partidos de los viernes, la euforia en las tribunas es ensordecedora, la ola comienza desde el jardín derecho y contagia a la porra dorada cuando pasa arriba del dogout visitante, después de estar arriba en el conteo, Aldo coloca al bateador en turno en 3 y 2, para luego con una recta humeante poncharlo, los tambores explotan para terminar la entrada y nuevamente ante unos Dorados que han fildeado mal, corrido mal, Aldo saca la entrada.
Ya en la sexta, Guereca huele el cansancio de su inicialista y entra a platicar con él, con coraje con actitud pide un bateador más para apagar la amenaza, el santabarbarino se la da y en la entrada siguiente otra vez los capitalinos se niegan a morir y se oye en el graderío: “Cámbialo Guereca, Cámbialo Guereca”, Salinas está parado en el montículo por su actitud, en la octava las piernas ya no son su principal fortaleza y una base por bolas es síntoma inequívoco de su cansancio, en las butacas una señora de rojo se levanta y con coraje le espeta: “Vendido, Vendido”, al final del partido con pundonor y admiración para todos, Aldo completa la ruta para darle a los Rojos su primera victoria en las semifinales y en coro los jimenenses que asistieron al partido gritan: “Aldo, Aldo, Aldo”.
El fanático de Jiménez en una sola jornada vive una Pesadilla?, Paranoia?… Fe?, Esperanza?, sed convertida en una alegoría de una meta que está muy cerca y a la vez muy lejos?, o son simples mortales que desconocen los secretos del rey de los deportes?