¿Mis palabras hacen eco?

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Por Erik Jurado

 

Me siento de vez en cuando frente a una hoja electrónica blanca, mi computador es testigo mudo de esta escena nocturna. Medito con cautela las palabras que debo elegir, y las ideas que debo plasmar, me esfuerzo, conmuevo a mi persona, exploro en mí ser. En ocasiones el bloqueo es desastroso, nada viene a la cabeza y lo poco que fluye a los dedos no es digno de ser publicado. En ese momento viene de forma recurrente e invasivamente una pregunta privada, que hasta hoy quiero compartir con ustedes; amigos, lectores fieles, abiertamente declarados o callados. ¿Realmente a alguien interesan nuestras palabras? Probablemente esa es la voz que rechina en la cabeza de quien escribe y compromete la escancia, existencia y labor de todo escritor, ¿realmente alguien me lee?

Escribir es un reto, es la obra de quien intenta vencer la individualidad para entrar en contacto mediante las letras con otra humanidad. Quien se atreve a escribir se atreve a pensar, ser observado y ser fuertemente criticado. Quien no teme al escrutinio es escritor. Pero aun y con esa valentía constantemente inunda la duda y nos preguntamos si a alguien interesa lo que tengo que decir.

No es una pregunta inocente, no es algo exclusivo de quien toma a las palabras como apostolado, es una pregunta humana que a todos concierne, es un cuestionamiento que abre la dimensión ética y política. ¿Vivimos rodeados de soliloquios o entramos en contacto unos con otros? ¿Verdaderamente escuchamos antes de hablar? ¿Restamos barreras o sumamos restricciones? ¿Intentamos entrar en el entendimiento de lo que alguien más quiere decir o tratamos de elevar la voz?

Escuchar es un arte. Debe entrenarse esta capacidad al punto donde verdaderamente observamos y comprendemos lo que nuestro interlocutor desea expresa y no lo que yo deseo ver, escuchar o entender. Pero en una era de solipsismos nos hemos vuelto incapaces de atender cualquier cosa que este fuera de nosotros y nuestras ideas y esto merma fuertemente la vida en conjunto. No somos individuos que interactúan dialógicamente, somos individuos encerrados en nuestras opiniones.

Esta condición de soledad ha trazado una brecha enorme entre los individuos, solo asentimos cuando encontramos una opinión similar a lo que he pensado antes y rechazo de eyecto aquello que suena discordante a mi propia voz.

Escuchar es hacer eco en las palabras de alguien más, es permitir que las palabras perforen las barreras y conozcan nuestra intimidad, escuchar es la clave para sentir cercanía con quienes nos rodean, para ser más humanos, para construir juntos.

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