Pipo El Sordo

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Ricardo Urquidi

Pipo El Sordo va por el rumbo del puente Ortiz Mena al flamante Edificio Estatal tiene una suscripción por entregar a Sopatra, una empleada de gobierno del estado que labora en lo que fuera la antigua Escuela 282, en algún tiempo estuvo casada, sin embargo luego de tener dos hijos, padeció cáncer de mama, estando al borde de la muerte, su esposo: Ursino, la cuido, a su lado vivieron momentos difíciles, el tratamiento, la incertidumbre, la cercanía de la muerte, los hizo ser más pareja, afortunadamente Sopatra después de una batalla intensa venció al carcicoma, sus hijos apenas pequeños no comprendían que en el despertar de sus vidas, la imagen maternal desapareciera tras de las puertas del quirófano, del hospital, de la cortina.

Cuando la rutina regreso al hogar, la distancia empezó a buscar los límites de la intimidad del matrimonio, Sopatra noto lejanía, noto distancia entre sus cuerpos, antes cálidos, ahora apáticos a la intimidad, la auto culpa, hizo presa de ella al ver su prótesis cobijando su brassiere, la mirada tierna, cariñosa de Ursino ya no era la misma, la espalda y no los brazos eran su cara en la obscuridad de la alcoba, Sopatra soportaba, hasta que exploto: “Gordo… yo sé que ya no es lo mismo… pero no quiere decir que yo soy solo un cuerpo mutilado, soy un ser que piensa, siente… no me abandones!”, en forma de súplica le confiesa a su esposo sus temores, en boca de Ursino solo queda la quietud del silencio.

Silencio que creció hasta que un día Sopatra al regresar del cine con sus dos hijos, encontró en la mesa de la cocina una carta de despedida, de un adiós, al leerla Sopatra sabía que tarde o temprano esa escena iba a ser parte de su historia, ante la soledad, la mujer que venció a la adversidad en su más cruda imagen, no necesito de mucho carácter para nuevamente enfrentar un nuevo reto: sacar a sus hijos adelante, con la ayuda de amigas consiguió trabajo en la burocracia y así creció como Madre y Padre a la vez, hasta que los hijos crecieron, volaron hacia nuevos confines, buscando derroteros que marcaran el rumbo de su vida.

Pipo al legar a su oficina prácticamente le arrebata El Sol para conocer las incidencias del triunfo de Donald Trump: “Hay Pipo ya se me hacía que no llegabas… anoche hable con mis hijos que están en Kansas y están muy preocupados, ellos apenas alcanzaban la reforma migratoria de Obama y ahora no saben qué va a pasar”, Sopatra sin esperar más se pone a leer la victoria del republicano, luego de un tiempo de silencio Pipo empieza a desesperarse, la mañana todavía tiene motivos pendientes y solo espera con prudencia que Sopatra le pague: “Válgame Dios yo no sé qué les vaya a pasar a mis hijos… ellos ya habían metido papeles para lograr la residencia con la reforma migratoria de Obama y ahora no sé qué vaya a pasar”, expresa con preocupación teniendo como único interlocutor a Pipo.

“Lo que más me preocupan son mis nietos… ellos son nacidos allá y puede darse el caso que tengan que regresarse…. Imagínate Pipo… que hago?, no pueden separar a una familia?… mis hijos ya hicieron su vida allá, aquí ya no tienen futuro y ayer estaba viendo en la tele, que el mentado Trump, piensa construir el muro creando un impuesto al dinero que todos los mexicanos mandan desde Estados Unidos… que va haber deportaciones masivas,,, si Obama expulso a más de tres millones, este Trump cuantos?,  te imaginas”, con la incertidumbre a flor de piel Sopatra es un mar de dudas y no tiene palabras para contestarse, Pipo no tiempo solo extiende la mano en señal de pago, Sopatra nerviosa busca entre el laberinto de utensilios que hay en su bolsa, una pequeña moneda para pagar, cuando así lo hace, Pipo capta una lagrima de angustia en las pupilas de su cliente.

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