Pipo el Sordo

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Ricardo Urquidi

Pipo El Sordo entra a Catedral, antiguo Santuario de Guadalupe, las paredes del recinto que fuera construido bajo la gestoría del Padre Agustín Pelayo, luego de que el antiguo templo en honor a la Virgen Morena fuera destruido por la inundación del 44, tiene un silencio absoluto, su caminar es lento, solitario, desde hace días había tenido la intención de ir, sin embargo el ruido, la aglomeración de las peregrinaciones lo habían alejado de sus intenciones, ahora es el momento ideal, la quietud del momento es su mejor aliado para su objetivo.
A escasos siete días de su boda con Valentina, viene a platicar con su Madre teniendo como intermediario a la Patrona de América, quiere ofrecer más que pedir un buen matrimonio, en los últimos días la historia de su vida ha sido una película, como fiel proyector y pantalla los episodios de su vida han ido a una velocidad de 24 imágenes por segundo, clara, nítida y siempre hay una constante en cualquier capitulo, la imagen de su Madre Rosario, indisoluble, perenne, tierna en sus aparentemente frágiles manos, cariñosa en la profundidad de sus ojos, cálida en la tersura de su piel.
Luego de preguntarse por años el porqué de su partida, dejando a su Padre y a él huérfanos de guía, de rumbo, ahora con el suave recorrer del tiempo que todo alivia y cicatriza, ya no se lo pregunta, lo asimila con el duelo del recuerdo, con la estafeta entregada para cuidar a su Padre Guadalupe, ahora en vísperas de su nueva vida, viene a ofrecer no a pedir, siente que la vida ha sido tan magnánima, siente que antes de unir ante la ley y ante Dios su vida con Valentina, debe agradecer por la fortuna de haber tenido una Madre tan llena de amor, mismo amor que ahora ofrece a su futura esposa e hijos.
Postrado en una banca, alejado de la imagen que corona Catedral, solo ante la intimidad de sus pensamientos, Pipo eleva una oración para que Dios lo ilumine ante los momentos felices, de incertidumbre, de madurez, de experiencia, de superación personal interior que deberá resolver en dueto con ese amor que la vida le ha ofrecido, en una mujer que lo ha aceptado tal y cual, que no tan solo lo comprendió, además lo empuja, le hace olvidar su discapacidad auditiva, pero sobre todo, como dice ella; “ya son uno solo”.
“Mama… así como me cuidaste en el desamparo, en la orfandad de mis sentidos, en la fortaleza para enfrentar la miseria humana, en forjar mi carácter mudo, en aprender bajo tu rigor las letras y los números, así como tú te entregaste en vida a mí, así en la misma medida te ofrezco entregar mi vida a Valentina, con amor, con cariño, con ternura, no puedo de otra manera, solo esa conozco… sé que no soy perfecto, pero bajo tu guía no me queda la menor duda que en los momentos felices ahí estarás, que en los difíciles serás una estrella en el firmamento que me guie, estoy seguro que a través de Valentina encontrare muchas respuestas a mi futuro, pero jamás… jamás en mi vida me alejare de ti”, Pipo con lágrimas en los ojos termina su confesión, teniendo como testigo a Dios, a la Virgen de Guadalupe.
Al salir el viento frio lo golpea, lo hace reaccionar de su estado de laxitud, en una metáfora de lo que acaba de ofrecer, la realidad lo golpea, le dice al oído, que debe agarrar fuerzas, que el aire que lo azota, van a ser los obstáculos futuros, que debe ser fuerte para llegar a ser la persona que se ha propuesto, terminar su carrera, dar una mejor calidad de vida a su pareja y sus hijos que pronto vendrán, solo volteando para la Plaza Guillermo Baca, para la Pedro T. Gómez, Pipo jala aire y robustecido inicia su camino para ir tras de las huellas de Valentina, una boda los espera el próximo sábado 24 de Diciembre.

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