Pipo El Sordo

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Ricardo Urquidi

Pipo El Sordo  está indeciso, Basilides es un joven que se gana la vida en trabajos eventuales, un mil usos cualquiera dispuesto a sacar el sustento diario en cualquier oficio, siempre y cuando sea legal, hace años se fue a la sierra con muchos amigos de su colonia a la cosecha de la marihuana y al corte de la amapola, afortunadamente para el regreso sano y salvo pero ya no le quedaron ganas de repetir la jornada por temor a un incidente.

Ahora quiere convencer a Pipo de ser mesero en la noche en un centro social, Pipo está indeciso se acerca su viaje a Mazatlán y no tiene los suficientes recursos para planear un viaje desahogado y disfrutar junto con Valentina una tardía luna de miel, “Esta difícil, todos los días me levanto a las seis a vender el Sol… no sé”, Basilides insiste: “Te va a ir bien, dan buenas propinas”, después de consultar con su esposa y renunciar a la venta dominical acepta la propuesta de su amigo.

Ya en el evento social, Pipo anda apurado, con cuidado, nunca había tenido arriba de sus manos una charola, se esmera en los pasos guardando el equilibrio, la música estridente le provoca incomodidad, la gente le reclama su atención pero no alcanza a oír, Basilides  es el receptor de las quejas: “Hey…  aquel mesero no nos hace caso”, “Es sordo… que se les ofrece?”, Basilides aprovecha que Pipo está en la barra, le comenta señalándole la mesa, Pipo preocupado por un detalle que no había previsto promete atenderlos de inmediato, al llegar los invitados a la boda:  Austriciniano y Teodorico, ya casados y alejados de sus respectivas esposas, a sabiendas de que no oye Pipo delante de él, Teodorico comentan sin disimulo: “Cuando yo me case, mi ahora suegra dale y dale: ándele vamos a hacer tornaboda yo pongo la música, la hacemos en El Valle ahí me prestan una huerta… y mi vieja con unos ojos de esperanza que yo contestara que sí, yo por dentro que me llevaba la tía de las muchachas, mi vieja ya sabía que no tenía dinero, que a duras penas íbamos a ir a Mazatlán, pero ahí está del lado de su Mama, hasta que les dije: Quieren tornaboda?… Si, Si gritaron las dos… pues que la pague su viejo, neta que hubo un silencio digno de un velorio, me cae que en tu boda el primero que quieres que se acabe el festejo son los novios”.

Pipo a propósito se tarda en renovar el servicio de refrescos y hielo: “Nombre”, agrega Austriciniano: “Mi suegro en la boda, bien borracho, llego y me dijo: “Joven solo quiero decirle que ya se acabaron las botellas, hay que prepararnos porque todavía queda una hora de aquí a las dos… y que propone le dije?… pues que vaya con el gerente y pregunte más o menos cuantas botellas van a faltar?… como ya sabía para donde iba, ya conocía lo tacaño que es, pues se la solté: Pues puedo ir y quien las va a pagar?, sabes lo que me dijo: Pues usted, ya enojado le dije: No discúlpeme yo no tengo dinero, hasta aquí llego mi presupuesto, quiero recordarle que usted no ha aportado, no se involucró en la boda, así que si quiere más botellas para sus invitados, páguelas usted… desde entonces no me habla más que lo necesario… muy ofendido el Señor… pues yo encantado que no me hable… la fiera cada vez que hay reuniones familiares me pide: Haz las paces con mi Papa y pues yo me hago el desentendido”, Teodorico le hace señas a Pipo, con el dedo le indica que requieren de su presencia en una mesa, Pipo voltea y se despide.

Al final de la jornada Pipo está contento, le fue bien con el sueldo y propinas junto más de dos mil pesos, suficientes, se imagina Pipo, para ofrecerle una cena en Mazatlán a Valentina, cansado doliéndole las plantas de los pies y los chamorros, junto con Basilides agarran un taxi, son las tres de la mañana, el alba está por llegar.

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