Por Erik Jurado
Previo al 270 A.C. el filosofo Epicuro de Samos pronunció las siguientes palabras; “quien no se contenta con poco, no se contenta con nada”. Para el filósofo griego −padre de la secta que lleva su mismo nombre, los epicúreos− la felicidad sólo es asequible para aquellos que buscan los placeres humanos mediados por la moderación de las pasiones. Epicuro construye a través de múltiples reflexiones y ejemplos vivenciales una forma de vivir basada en el deleite con lo simple y sobre la evasión de los grandes males que con ellos contraen el dolor. Epicuro fundó una escuela hedonista. En esta concepción de la vida todo hombre y mujer deben buscar los placeres, pues de ellos se construye la sensación subjetiva de ser feliz, claro el pensador no insinúa dar rienda suelta a los sentidos y necesidades de la carne, sino que en lo propuesto por él, la verdadera felicidad requiere inherentemente de la prudencia.
Hoy la cultura pop, experta en simplificar todo, ha generado su propia versión del hedonismo. Sólo que nuestra reducción improvisada, casualmente tiene la mala tendencia a eliminar lo sustancial para quedarse únicamente con el cascarón de todo. Hemos construido una sociedad enteramente basada en el placer y satisfacción de las necesidades del cuerpo (enteramente contrario a lo propuesto por las escuelas filosóficas), aunque lo hemos hecho probablemente sin saberlo e incluso sin importarnos, somos mayormente irreflexivos, pasivos e indiferentes. Para este objetivo que deviene en la incesante voracidad de quienes no conocen límites hemos encontrado al perfecto aliado; una suma de artilugios electrónicos que fomentan todo exceso con solo mover un dedo.
Hoy tenemos un suplente para cada actividad que en el pasado realizábamos con trabajo, atención sostenida o esfuerzo mental o físico. En el pasado cada actividad devenía en un cambio obligado para las personas y sus capacidades; si queríamos educarnos debíamos leer, pensar, escribir, corregirnos, esforzarnos y estudiar. Si ejercíamos un trabajo ese nos exigía esfuerzos físicos o mentales, si interactuábamos con la gente era necesario desarrollar una serie de habilidades del habla, comportamentales o actitudinales. Hoy educarnos es una gran simulación acompañada de toda clase de artilugios, tenemos calculadoras, computadoras, tabletas, internet, wiki pedía, pizarras electrónicas y una suma de cómplices de la irracionalidad y la pereza, todo nos cuesta un “ctrl c” y luego un “ctrl p”. SI deseamos trabajar; seguramente existe un software que hace todo por sí solo y solo hace falta que alguien introduzca los datos pertinentes. Si se trata de convivir con otras personas ya ni siquiera es necesario que estemos en la misma habitación.
No soy un renegado de la tecnología, contrario a ello la elogio y encuentro en ella la grandeza del intelecto humano (al menos de unos cuantos de ellos), pero si considero que hemos fundado una nueva cultura hedonista altamente digital que ha venido a impedir que concretemos un desarrollo humano apropiado. Hoy veo jóvenes que declinan a sus sueños a la primera que les exige un esfuerzo, adultos que esperan encontrar estacionamiento frente a cada lugar que visitan, niños incapaces de mirar a los ojos a sus mayores cuando se les interpela.
Vamos equivocando el camino cada vez con mayor imprudencia, pero aun estamos a tiempo de re entender que es necesario que la tecnología nos ayude a crecer y no a desaparecer. Aun podemos comprender nuevamente la necesidad de una sociedad centrada en la humanización y no en la consecución de cosas.