Por: Ricardo Urquidi
Pipo El Sordo va meditabundo mientras siente los golpeteos que sufre el camión que los transporta a la casa de Valentina, está cansado luego de un día de ajetreo intenso, las lluvias provocaron que su jornada de trabajo fuera más larga de lo habitual, ahora va al hogar de su futura esposa a visitarla en su día de descanso, al llegar el Padre de su novia le abre la puerta: “Pedro pasa… Valentina y mi Señora no están fueron a comprar algo para la cena, pasa aquí las esperamos”, Gera, diminutivo de Gerardo, futuro suegro de Pipo lo invita a pasar a su humilde vivienda.
Los dos se dirigen a la cocina, donde previamente el anfitrión toma un café con leche, las penumbras que provoca el atardecer obligan a prender la luz, para romper el silencio, Gera, agrega: “ Como te fue en el trabajo?”, “Bien, tarde un poco por la lluvia pero si acabe los periódicos, luego fui a la agencia de la lotería y liquide mi dotación”, Gera se toca la sien con el dedo índice de su mano derecha y aprovecha: “Quiero aprovechar estos momentos Pedro, ahorita que no están las mujeres para platicar contigo”, Pipo siente que se le viene el mundo encima, no avizora nada bueno, es más sabia que tarde o temprano esta platica iba suceder: “Yo sé que tú eres una persona muy noble, trabajadora, que quieres mucho a Valentina… pero te voy advertir: yo como Padre no me voy a meter en sus asuntos, me queda muy claro que ustedes en un futuro van a ser harina de otro costal y yo voy a respetar todo lo que ustedes como pareja decidan hacer… lo que si jamás voy a permitir y tenlo por seguro que si sucede me voy a dar cuenta… si yo sé que algún día la golpeas te la vas a ver conmigo… ese mismo día me traigo a mi hija y jamás la vas a volver a ver, no es amenaza es una advertencia, tengo más de veinte años de casado y nunca, óyelo bien, nunca le he levantado la mano a mi señora… no es de hombres y si tú lo haces, te mato, me oíste?”, Pipo se estremece por lo duro de las palabras de su suegro, siente la fuerza interior que trasmite la advertencia, pero a la vez se siente aliviado, dentro de sí mismo sabe muy bien que jamás lastimaría de ninguna forma a Valentina.
Pipo agarra aire y le contesta: “Comprendo que como Padre me diga eso y me advierta, pero coincido con usted, no es de hombres golpear a una mujer y téngalo por seguro que si el día de mañana, Valentina y yo tenemos una diferencia, jamás va ser discutida por medio de los golpes, gritos o insultos”, Gera respira y agrega: “Tal vez así sea, pero yo te lo tenía que decir, Valentina al igual que todos mis hijos es lo más preciado que existe en mi vida, cualquier cosa que les pase a ellos me afecta a mí, me preocupa a mí y así como te advertí, también te digo que en mi tienes un amigo, que en la medida de que yo pueda los pueda ayudar lo hare, porque de que van a tener problemas, carencias las van a tener, es parte de todo matrimonio y aquí vas a tener un amigo”, “Se lo agradezco mucho”, contesta Pipo, al expirar las últimas palabras, se oye el crujir de una puerta son: Valentina y Alejandra, la Matriarca de la casa, al verlas entrar Pipo y Gera en la cocina se quedan mudos, la comprometida capta pero no descifra el momento: “Que pasa Papa?”, “Nada Hija… que aquí Pedro y yo estábamos hablando de hombre a hombre”, “Y qué significa eso?”, “Que los dos te queremos mucho”.